Por Javier Sáez Leal

Marco Enríquez- Ominami, es un nombre que no deja indiferente a ningún actor público de la actualidad. Y es que su arremetida en la escena presidencial ha sido tan vertiginosa como el resto de su carrera política: en 2006 asumió como diputado por el distrito diez de Valparaíso y este año al terminar su período, ya se perfila como presidenciable.
Ante esta situación surge una gran pregunta, ¿Cuáles son las son los motivos de este explosivo avance?, sin importar las respuestas a esta interrogante tenemos alicientes que hacen aun más relevante la figura de Enríquez-Ominami, tal es el caso de la última encuesta hecha por TNS-time que lo sitúa cuatro puntos por encima de Frei con miras a la elección presidencial. Esto último refleja una gran adhesión popular, que tiene su génesis en el qué hacer del candidato en el mundo del espectáculo.
La del independiente, es para bien o para mal, una historia marcada a fuego por su relación marital con la conocida animadora de Televisión Nacional Karen Doggenweiler, su incursión como director en cine y televisión además de su condición de hijo adoptivo del referente socialista Carlos Ominami. Esta situación hace que el candidato adquiera una especie de carga magnética para los medios de comunicación, que desde las primeras instancias del proceso han buscado al Barack Obama chileno a fin de causar impacto en la gente y aumentar sus ventas y/o audiencias.
De esta forma el hijo de la periodista y socióloga chilena Manuela Gumucio tiene en sus manos el poder de la carga mediática, dicho de una forma más retórica: su voz se escucha más y mejor que la de otros candidatos. Dato no menor si consideramos que sólo en este ciclo eleccionario se cuentan varias campañas que nacieron muertas por la poca difusión de los mensajes de cada postulante. ¿Qué tan distinta sería la historia si el precandidato radical, José Antonio Gómez, hubiera contado con tamaño apoyo mediático?, ¿Hubiera llegado a estar en boga el debutante Enríquez-Ominami, sin haber hecho antes carrera en televisión?. Estas preguntas quedarán tan sólo para la anécdota sin importar sus respuestas.
Lo cierto es que el joven díscolo ha hecho valer su condición de hombre de comunicaciones y aprovechado progresivamente los micrófonos, luces y cámaras que lo han rodeado últimamente para enviar su mensaje a la comunidad y captar mayor apoyo ciudadano. Puntos de ventaja notables frente a la también precandidata Pamela Jiles, que pese a su popularidad no logra posicionarse como una alternativa confiable para la ciudadanía.
La misión actual del aspirante a la moneda no es sólo práctica (conseguir las firmas que le permitan competir), sino que también ideológica. Hoy, se le hace imperante la necesidad de seguir afianzándose como una opción valedera y no quedarse en ser un representante de la variopinta y peculiar farándula-política nacional. Debe unirse con gente importante, que le de peso a su proyecto, y por sobretodo provoque un sentir de seguridad en la ciudadanía.

Marco Enríquez- Ominami, es un nombre que no deja indiferente a ningún actor público de la actualidad. Y es que su arremetida en la escena presidencial ha sido tan vertiginosa como el resto de su carrera política: en 2006 asumió como diputado por el distrito diez de Valparaíso y este año al terminar su período, ya se perfila como presidenciable.
Ante esta situación surge una gran pregunta, ¿Cuáles son las son los motivos de este explosivo avance?, sin importar las respuestas a esta interrogante tenemos alicientes que hacen aun más relevante la figura de Enríquez-Ominami, tal es el caso de la última encuesta hecha por TNS-time que lo sitúa cuatro puntos por encima de Frei con miras a la elección presidencial. Esto último refleja una gran adhesión popular, que tiene su génesis en el qué hacer del candidato en el mundo del espectáculo.
La del independiente, es para bien o para mal, una historia marcada a fuego por su relación marital con la conocida animadora de Televisión Nacional Karen Doggenweiler, su incursión como director en cine y televisión además de su condición de hijo adoptivo del referente socialista Carlos Ominami. Esta situación hace que el candidato adquiera una especie de carga magnética para los medios de comunicación, que desde las primeras instancias del proceso han buscado al Barack Obama chileno a fin de causar impacto en la gente y aumentar sus ventas y/o audiencias.
De esta forma el hijo de la periodista y socióloga chilena Manuela Gumucio tiene en sus manos el poder de la carga mediática, dicho de una forma más retórica: su voz se escucha más y mejor que la de otros candidatos. Dato no menor si consideramos que sólo en este ciclo eleccionario se cuentan varias campañas que nacieron muertas por la poca difusión de los mensajes de cada postulante. ¿Qué tan distinta sería la historia si el precandidato radical, José Antonio Gómez, hubiera contado con tamaño apoyo mediático?, ¿Hubiera llegado a estar en boga el debutante Enríquez-Ominami, sin haber hecho antes carrera en televisión?. Estas preguntas quedarán tan sólo para la anécdota sin importar sus respuestas.
Lo cierto es que el joven díscolo ha hecho valer su condición de hombre de comunicaciones y aprovechado progresivamente los micrófonos, luces y cámaras que lo han rodeado últimamente para enviar su mensaje a la comunidad y captar mayor apoyo ciudadano. Puntos de ventaja notables frente a la también precandidata Pamela Jiles, que pese a su popularidad no logra posicionarse como una alternativa confiable para la ciudadanía.
La misión actual del aspirante a la moneda no es sólo práctica (conseguir las firmas que le permitan competir), sino que también ideológica. Hoy, se le hace imperante la necesidad de seguir afianzándose como una opción valedera y no quedarse en ser un representante de la variopinta y peculiar farándula-política nacional. Debe unirse con gente importante, que le de peso a su proyecto, y por sobretodo provoque un sentir de seguridad en la ciudadanía.
[columa escrita la semana pasada para el ramo de redacción]
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